Silvia Cabrera, de 36 años, se está bajando de la moto. Lo está haciendo literalmente al final de su jornada de trabajo, cuando llega a la reunión en el Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes (Simeca), donde es secretaria de Derechos Humanos. Pero también se baja de la moto en el otro sentido: decidió dejar el trabajo que durante nueve años le permitió mantener a sus tres hijos, aprender unas cuantas leyes de la calle y tener un historial de accidentes que incluye huesos rotos y un coma cerebral de tres días.Llega y se presenta en la entrevista usando “Cristina” como primer nombre, lo que sorprende a su compañero Luciano Schilaci, secretario general del sindicato, que la conoce como la negra Silvia y la presenta como una de los más valiosos miembros de la agrupación que está en espera de obtener del Ministerio de Trabajo la personería gremial para defender la situación de 20 mil trabajadores motoqueros. A Silvia le bajó la ficha –la idea de dejar su trabajo en la calle– hace unas semanas, cuando murió su madre enferma. Le había prometido que lo haría, poco después de que un automovilista que abrió la puerta sin mirar hacia atrás le incrustó la hebilla del casco en la cara. Para ella fue un accidente menor.–Una mujer que se sube a la moto para ganarse la vida y mantener a tres pibes, tiene que tener ovarios.
fuente: Critica de la argentina:
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