Mr Li despierta celos

Mr Li despierta celos Hans Jaap Melissen Quizás se llame realmente Li, pero prefiere ocultar su apellido. Cuidadosamente, guarda sus palos de golf en el maletero de su flamante BMW. "Llámame Jeff", dice, con sudor en la frente; acaba de recorrer un campo de golf, para recuperarse del jetlag. "Tengo una inmobiliaria en China, pero prefiero vivir aquí. Pekín está demasiado contaminado". La señora Ping con su hijo Robert Regresó, hace dos días, al Beverly Hills de Chinatown en Los Ángeles. Lugares como Al Hambra y San Marino, en la costa este de la ciudad, son enclaves de chinos adinerados. Pero cada vez son más los que regresan a China, pues la economía norteamericana se encuentra en recesión y China ofrece nuevas oportunidades. "Vine aquí buscando el sueño americano. Pero hace diez años decidí regresar a China para trabajar. Allí es donde se gana dinero". Un poco más alejado se encuentra un grupo de jubilados. Siempre han vivido en este barrio y, en los últimos veinte años, lo han visto cambiar radicalmente. "Estamos en una isla blanca en un mar de orientales", cuenta Louis López. "Halloween, el 4 de julio o Navidad, nada tiene el mismo carácter que antes. Los chinos son amables, pero se aferran, sobre todo, a su propio grupo". Aun así, también ellos juegan al golf. "A mí no es que me parezca mal". Sin embargo, la expresión en el rostro de López insinúa otra cosa. Quizás los celos tengan algo que ver. Las mayores casas en el barrio son de los chinos. Los coches caros y deportivos que se pasean por las amplias y resplandecientes calles, con altas palmeras a su paso, son de los chinos. Y los trabajadores que siegan y riegan sus perfectos céspedes son mexicanos. "En mi casa vivimos cuatro y tenemos nueve aseos", se ríe infantilmente la ejecutiva china Ping. "Nunca había imaginado que viviría en una casa tan grande", confiesa desde la entrada del hostal, frente a la casa principal. A Ping le preocupa la economía en Estados Unidos. "Mi marido y yo hacemos accesorios para ropa: botones, cremalleras, etc. Pero los beneficios del año pasado fueron la mitad de los del 2006, y este año vamos aún peor". Están pensando en regresar a China, donde tienen su fábrica. NaturalizaciónLa situación de Maggie Zhou es realmente amarga. "Me hice naturalizar como norteamericana e, incluso, pensaba que podría llegar a tiempo de registrarme como votante. Hubiera votado a Hillary, pero no sé si aún viviré aquí, en noviembre". También Maggie trabaja en el comercio textil. "Las marcas norteamericanas que fabricamos en China no se venden ya tan bien aquí, pero en China son cada vez más populares". Barrio dormitorio Al golfista López le beneficiaría que los chinos abandonaran el barrio. "Pero, mi casa se ha revalorizado con todos estos orientales ricos a mi alrededor", cuenta. Afortunadamente para él, no se irán todos los chinos. Una opción es que algunos residan en el barrio y trabajen fuera, como Jeff. "Pero quizás es también demasiado tarde para regresar. Para hacer buenos negocios tenías que haber estado en China hace diez años". Y mientras limpia el sudor de su frente, continúa: "Los chinos trabajamos duro. Comenzamos como lavaplatos, por ejemplo, pero entretanto, no pierdes de vista tus metas. No es necesario que sea el sueño americano, ni siquiera el chino, sino un sueño quizás más grande, global".