Llueve y estoy subido en lo más alto del ábside. Y, en este hemisferio de oro, espero a la constelación. Me miro desde el secreto ángulo del "yo", desde la roca que afina el horizonte. La boca está cerrada. Es la hora de la luz calma, de la nave vacía, del remo roto. Una red de palabras me crece en los dedos, se apodera de las uñas y escarba el teclado. La tarde sólo es un hueco que interroga al espacio. Sobre el fondo gris de la espera me asomo a la balaustrada, embotello el aire en un frasco de cristal ovalado y respiro. Con mis manos aliso una trenza del tiempo, desnudo de sombras el pensamiento, me siento espejo sin reflejo.
2009©Fernando Luis Pérez Poza Del libro "El latido de las horas" Pontevedra. España. |
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