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Adiós a los celos

09-Abril-2008
Adiós a los celos
por Martha Patricia Almaguer García
El amor es un proceso que con el tiempo va teniendo trasformaciones. Es imposible ponerle fecha de caducidad, pero también es preciso saber en qué momento decir adiós.
Es necesario cuidarlo día con día, ir conquistándolo con detalles, sorpresas; existen tan pequeñas cosas que constituyen la base del amor, por ejemplo, la confianza.
Una de las cosas que más deseamos cuando estamos en una relación es poder confiar a ciegas en nuestra pareja. Sin embargo, esto a veces no resulta tan fácil.
Los celos son los peores enemigos, ya que estos resultan, a veces, enfermizos, pues evidencian el temor más grande: la inseguridad y el inexplicable temor de perder a quien se ama.
El problema es cuando los celos se vuelven una furia y estos a veces sobrepasan los parámetros de lo normal, esos ataques de rabia y dolor desgastan la relación, se transforman en un infierno y crean una sombra en el amor.
Los celos hacen que quien los padece sienta y manifieste la total pertenencia (espiritual, física y mental) de su pareja. Estas muchas veces injustificadas sospechas hacia el “ser amado” surgen porque vemos a nuestra pareja como un objeto de nuestra propiedad.
Lo más difícil es saber que tu relación nunca va a cambiar porque tú así lo decidiste, porque no supiste en que momento decir adiós y quizá ahora ya parece demasiado tarde, porque hay una dependencia hacia tu pareja. El amor no tiene porqué dolernos, ni a ellos ni a nosotras, por qué aceptamos estar sufriendo cuando lo principal es disfrutar de un sentimiento sano del deseo, ternura, amistad, confianza, honestidad, etcétera.
Aunque al final, la esperanza es siempre con lo único que nos quedamos, en una relación contaminada por los celos es lo primero que mata a la persona que se aferra al amor; así que, en este tipo de complejas relaciones debe ser lo primero que hay que dejar partir.
Hay que saber decir adiós, aunque muchas veces nos duela, pues el amor no es para sufrir, ni llorar y mucho menos para desconfiar; hay que saber si tu pareja vale la pena y valora todo lo que tú has hecho por ella.
La necesidad del contacto físico, emocional y el deseo nos impulsa a mantener y a fortalecer la relación de pareja. Pero recuerda que no nacimos con un hombre a nuestro lado, que no necesitamos de alguien para seguir viviendo, disfrutar de la vida, cumplir nuestros sueños y metas.
Es importante valorarnos como mujeres, no dejarnos manipular por nadie y mucho menos por una pareja que no te valora y te cela de manera enfermiza. Eso no es una relación. Recuerda que a veces es necesario decir adiós aunque nos duela, vale más nuestra dignidad, el simple hecho de estar emocionalmente bien, sin miedos y mucho menos sin sufrimientos por algo sin razón de ser.
Una buena manera para lograr darle a quien amas todo lo que necesita, es pensar en todo lo que tú quisieras que te dieran y dar eso mismo.
Pues como lo sentenció el matemático, físico y filósofo francés Blas Pascal: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”
El amor es un proceso que con el tiempo va teniendo trasformaciones. Es imposible ponerle fecha de caducidad, pero también es preciso saber en qué momento decir adiós.
Es necesario cuidarlo día con día, ir conquistándolo con detalles, sorpresas; existen tan pequeñas cosas que constituyen la base del amor, por ejemplo, la confianza.
Una de las cosas que más deseamos cuando estamos en una relación es poder confiar a ciegas en nuestra pareja. Sin embargo, esto a veces no resulta tan fácil. Los celos son los peores enemigos, ya que estos resultan, a veces, enfermizos, pues evidencian el temor más grande: la inseguridad y el inexplicable temor de perder a quien se ama.
El problema es cuando los celos se vuelven una furia y estos a veces sobrepasan los parámetros de lo normal, esos ataques de rabia y dolor desgastan la relación, se transforman en un infierno y crean una sombra en el amor.
Los celos hacen que quien los padece sienta y manifieste la total pertenencia (espiritual, física y mental) de su pareja. Estas muchas veces injustificadas sospechas hacia el “ser amado” surgen porque vemos a nuestra pareja como un objeto de nuestra propiedad.
Lo más difícil es saber que tu relación nunca va a cambiar porque tú así lo decidiste, porque no supiste en que momento decir adiós y quizá ahora ya parece demasiado tarde, porque hay una dependencia hacia tu pareja. El amor no tiene porqué dolernos, ni a ellos ni a nosotras, por qué aceptamos estar sufriendo cuando lo principal es disfrutar de un sentimiento sano del deseo, ternura, amistad, confianza, honestidad, etcétera.
Aunque al final, la esperanza es siempre con lo único que nos quedamos, en una relación contaminada por los celos es lo primero que mata a la persona que se aferra al amor; así que, en este tipo de complejas relaciones debe ser lo primero que hay que dejar partir.
Hay que saber decir adiós, aunque muchas veces nos duela, pues el amor no es para sufrir, ni llorar y mucho menos para desconfiar; hay que saber si tu pareja vale la pena y valora todo lo que tú has hecho por ella.
Nota aparecida en
Excélsior - D.F., México

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